Aunque el refranero lo pone en San Martín, la época que yo conozco suele ser más entrado Diciembre, quizá cuestión de climas o de cosechas, si no es lo mismo una cosa que la otra.
Viene a cuento lo anterior a que hoy daban en la tele esa de los reportajes raros, la matanza del cerdo. Era un precioso ejemplar de cerdo negro. No confundir con pata negra, porque casi todo va en el comer. El caso es que en el reportaje mostraron todo el proceso excepto la parte inicial, cuando al cerdo se le mata y sangra.
Puede ser producto de ese pensamiento melifluo, tan querido de personajes que se ponen morados a carne, pero no saben que es de bichos vivientes y sufrientes. Resulta ahora que el “gobierno de España” y demás competentes en la materia, pretenden erradicar la matanza del cerdo por el sistema tradicional. No se les ocurre meterse con lo que les dan de comer, la forma en que viven o el cariño que no tienen en esas granjas modelo, no, esos señores piensan que es dolorosa la muerte del cerdo y deciden, en consecuencia con su forma de pensar meliflua, que no puede permitirse ese dolor. Todo debe ser suavidad y dulzura.
Lo explica maravillosamente Albert Boadella en su Adiós Cataluña, referido a los toros y especialmente al sano ecologismo de las gentes de montaña, cómo puede ser de grande el falso proteccionismo que nos quiere invadir: “El proteccionismo malsano a lo Walt Disney que planea actualmente sobre los animales delata la enorme ignorancia que el mundo urbano despliega ante la naturaleza, pues se empeña en adjudicarle su propia moral y, lo que es aún peor, su propia conciencia. Naturalmente, desde una óptica tan desatinada, cualquier acción natural del hombre sobre los animales podría ser comparada con el Holocausto”
Más adelante resume lo anterior en una frase lapidaria: En realidad nadie quiere saber la historia de una morcilla.
Salud y buen provecho
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