Trayendo a este rincón lo publicado por Maite Pagazaurtundua en la página de BASTAYA.org, quiero terminar mi particular trilogía sobre Lizartza, como ejemplo de lo que está pasando en el paisito y que muchas veces no queremos visualizarlo o no sale de los pequeños círculos de los afectados.
Por la gravedad del tema al menos ha propiciado tres opiniones en los blogs de Sopelana, que para ser un pueblo no está nada mal. Hoy entra el otro Ibarra (Ricardo de Erikenea.blogspot) en el tema, como casi siempre, repartiendo culpas; pero al menos con una ligera autocrítica nacionalista.
No opino más sobre este tema, he copiado el título y copio a continuación el articulito de Maite porque expresa, muy bien, todo lo que yo quería decir sobre Lizartza y la vergüenza que me produce.
Regina es una mujer menuda que le ha dado una lección al mismísimo Lehendakari de los vascos y las vascas.
En Euskadi existe un importante despiste con el concepto del imperio de la ley. Alguien me podrá contestar que nuestras facultades no dejan de poner en el mercado cientos de licenciados de derecho cada año. Ya, es cierto, pero en el País Vasco hace varias décadas que el nacionalismo vasco ha ido flexibilizando la interpretación política y social de las normas en función de sus intereses ideológicos de fondo o de los intereses del día a día del poder.
Pondré sólo un ejemplo de los miles de entre los posibles. El actual Lehendakari, máximo representante del Estado español en el País Vasco se reunió con Arnaldo Otegui, representante de un partido político ilegalizado por su relación con el entramado terrorista de ETA. Es bien conocido que el Lehendakari cree que las leyes se deben cumplir cuando le convienen y que considera que su percepción subjetiva del efecto milagroso del diálogo con los nacionalistas vascos que colaboran con el terrorismo está por encima de la Ley. No es el único que cree esto en el País Vasco, ni en el conjunto de la sociedad española, y así nos va últimamente, pero no es ése el tema de este pequeño apunte.
Se ofendió el Gobierno Vasco porque unos ciudadanos consideraban que podría resultar delictivo reunirse a sabiendas con el representante de un partido político ilegalizado. Antonio Aguirre, uno de los denunciantes del hecho, fue agredido por un subalterno nacionalista de Bilbao, espoleado por la tensión ambiental de los presentes, bien cargados de sectarismo partidario.
El Partido guía en la Comunidad Autónoma Vasca, preñado de valientes como el que pegó a Aguirre, ha dejado de presentar listas locales en muchos municipios donde el mundo de Batasuna se ha crecido en el control social y donde les presionan y acobardan más. Ondarroa o Lizartza son sólo un ejemplo de la impunidad social que ha llegado a poner en peligro a las propias instituciones, pero el Lehendakari no lo sabe, perdido en sus ensoñaciones de la paz.
Regina Otaola es una mujer de Ley.
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