Quizá sea éste el capítulo más interesante desde el punto de vista teórico del libro de Carlos Fernández Casadevante “La nación sin ciudadanos”.
Desmiente basándose en el estudio de distintas sentencias del Tibunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) la perogrullada tan de moda entre el pensamiento nacionalista y que se puede resumir en el eslogan de “las ideas no delinquen”, obviando lo que todos sabemos desde bien pequeños: hay malas ideas y buenas ideas, y cómo a la gente con “mala idea” no se les puede dejar que la lleven a la práctica. No era mi objetivo enrrollarme de ese modo.
Nos enseña este capítulo que el TEDH ha sancionado la ilegalización de partidos políticos basándose en que la democracia tiene derecho a defenderse. Estudia extensamente sentencias, tanto las que le dan la razón a gobiernos como otras que aceptan las tesis de los recurrentes. Copio un párrafo de la dictada el 31 de julio de 2001: <se desprende necesariamente que un partido político cuyos responsables inciten a recurrir a la violencia o propongan un proyecto político que no respete una o varias reglas de la democracia o que contemple la destrucción de esta así como el desconocimiento de los derechos y libertades que la misma reconoce, no puede prevalerse de la protección del Convenio contra sanciones infligidas por estos motivos>
Decía hoy, en una radio, un representante de la Asociación catalana de víctimas de organizaciones terroristas que no se encuentra explicación a que, asesinos confesos y convictos, sean vitoreados por organizaciones que se dicen democráticas, que existan organizaciones dedicadas a su enaltecimiento y que dichas organizaciones cuenten, en muchos casos, con el apoyo y la ayuda material de organismos públicos. Que cualquier asociación que pretenda la defensa de los simples atracadores, porque no encuentran o forma de ganarse la vida, sería automáticamente denigrada por toda la sociedad.
Finaliza el libro con el capítulo Ciudadanos no vasallos: derechos y libertades en el País Vasco, cuyos dos párrafos finales dicen: <Por desgracia para todos pero especialmente para ellos, y excepción hecha de algunos comportamientos individuales, el nacionalismo vasco no pasará a la historia de la democracia ni por su contribución al fin del terrorismo, ni por su actitud decidida en favor de la víctimas del terrorismo pues ambos comportamientos han brillado por su ausencia. Es más, la propia existencia de las víctimas del terrorismo constituirá la denuncia permanente de esa actitud pues, como denunciara en su día el parlamentario socialista asesinado por ETA Fernando Buesa, esas víctimas lo son como consecuencia de la violencia que “se dirige selectivamente contra algunos, y especialmente contra quienes no estamos de acuerdo con la política que los partidos nacionalistas proponen: ni con la soberanía, ni con la construcción nacional, entendidas como claves políticas que, de resolverse en el sentido que el nacionalismo reivindica, conducirían a la paz definitiva”
Transcurridos más de seis años desde su asesinato tanto ETA como el conjunto del nacionalismo vasco invocan las mismas claves para alcanzar el mismo resultado: la paz a cambio de la consecución de un proyecto nacionalista y excluyente para el País Vasco. Un País Vasco que, como Saturno, devora a sus propios hijos. >
Salud
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