Con el subtítulo de “El experimento de Euskadiko Ezkerra” titula Xabier Markiegi Candina un artículo en el número 36 de Cuadernos de Alzate.
Markiegi, un lujo de ex en la política vasca, hoy “exiliado” en el Instituto Cervantes de Rabat, presenta un testimonio personal sobre, a la vez, las dimensiones objetivas y los procedimientos utilizados en la laicización política que supuso la disolución de ETA p-m y la construcción de un partido político (EIA) que se despojó progresivamente de los fetiches del nacionalismo y del izquierdismo.
Siempre habrá momentos oportunos, pero en las fechas en que tanta creencia se despliega en el paisito, es imprescindible un discurso laico, que nos aleje de las creencias absolutas, que nos aparte, en fin, del totalitarismo que pretende asolarnos bajo el slogan de “un pueblo en marcha”.
A Imaz y antes a otros muchos ya se los llevó por delante, pero eso no es malo en la medida que, intelectuales de la talla de Joseba Arregi al vivir su peculiar camino de Damasco, refuerzan considerablemente las posiciones "laicas" y mientras no se traslade a la sociedad y terminemos por hacer inviable una convivencia que tanto costó restablecer.
Euskadiko Ezkerra ya apostó por la tan denostada “transversalidad” en septiembre del año 1982
Escribe Marquiegi, y con esta cita dejo para otro día la parte final de su artículo:
A partir de ese momento, [la convergencia orgánica entre EIA y PCE-EPK] en el seno de Euskadiko Exkerra se vivió una interesantísima experiencia de convivencia laica. Convivieron en buena armonía nacionalistas y no nacionalistas; socialistas, socialdemócratas y comunistas; creyentes, agnósticos y ateos. Había un mínimo ideológico común: lo básico para la Izquierda en Europa al fin del siglo XX. Pero el aglutinante fue el acuerdo de dejar al margen las respectivas “creencias” y las sectas originarias, para trabajar juntos en lo público, como “descreídos”, como laicos: hacer política real. Fue una experiencia muy lograda en la que efectivamente triunfaron los vectores más racionales. Los eslóganes electorales “La fuerza de la razón” y “Tu razón” no procedieron de la retórica o del marketing sino que obedecieron a la necesidad de exteriorizar esa vivencia de racionalidad.Y de ofrecerla al conjunto de la ciudadanía,como un antídoto saludable contra la hegemonía del nacionalismo,en sus diversas variantes.
Ese mundo idílico de racionalidad lo da por finalizado en 1991 una crisis de la que surge un partido llamado Euskal Ezkerra.
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