Con el subtítulo de El rechazo del nazismo como actitud moral, Joachim Fest escribe sus memorias de la ascensión nazi, de la guerra y de los años cincuenta. (Taurus - Santillana Madrid 2007)
Básicamente nos narra la vida en una familia de clase media, que el padre es expulsado del trabajo nada más instaurarse el nazismo y se le prohíbe trabajar.
Cuenta como Fest padre, no se resigna ante los nazis y con la fuerza de su religiosidad y la integridad de conciencia ayudada por su círculo político de republicanos, permanece sin ninguna cesión.
Amigo de máximas, les enseña a sus hijos mayores, y a comienzos de 1936 Joachim tenía apenas 10 años, “Etiam si omnes, ego non!” (¡Aunque todos participen, yo no!)
Esa no participación llevada al extremo por todos los Fest, le dio valor al autor de El hundimiento, para oponerse durante toda su vida a los neo antifascistas y los antinazis que tanto abundan en todos los sitios, cuando el peligro real de la actitud “anti” ha desaparecido.
Nunca hubo tanto antifranquista como una vez enterrado Franco.
Es un libro de memorias que se lee como un relato de aventuras, ni condena expresamente a nadie, quizá algo Habermas y Gras, pero sin profundizar en la crítica. Expone la actitud moral de su padre que contagió a cada miembro de la familia y deja que el lector saque sus conclusiones sobre las actitudes de los demás.
En realidad, añadió Winfried, [hermano menor] nos ha inculcado en nuestros años jóvenes una especie de orgullo por la discrepancia, algo que ninguno de estos “don nadies engrandecidos” vislumbraba, y que tampoco ninguno de ellos había llegado a conocer. Cada vez que alguien me preguntaba por los principios que me guiaban, yo decía que tenía que referirme a mi criterio escéptico y a mi aversión contra el espíritu de la época y sus simpatizantes. Nunca me había parecido cuestionable el “Ego non!” de aquel día inolvidable en que mi padre instituyó los dos turnos para cenar. (*) La lección que me enseñaron los años del nacionalsocialismo se resume en oponerme a las corrientes de opinión y no dejarme llevar por ellas. (Pag. 290)
(*) A comienzos de 1936 su padre instituye un segundo turno de cena para el matrimonio y los dos hijos mayores, (10 años) porque necesitaba tener un espacio en este mundo en el que poder hablar abiertamente y soltar todo el asco que sentía.
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