Escribe hoy en El país del paisito un artículo Javier Mina bajo el título de Los cuentos del Lehendakari, con el que estoy muy de acuerdo.
Nos cuenta que Ibarretxe se pasa la vida viajando, unas veces por el pasado ahístórico y otras por el mundo en competencia por el record del fallecido papa Wojtyla. Dice que suele viajar a sitios donde no viajan los jefes de Estado, con lo cual el recibimiento es de jefe de gobierno que también lo es.
Ahora, que anda por aquí ocupado con el viaje a la Moncloa, donde el éxito no está nada asegurado, tiene pendiente la recepción del vice de Arnold Schwarzenegger, otro vasco de la diáspora no se sabe de qué generación pero “vasco” indudablemente y que ya recibió Josu Jon el cesante.
Copio de Javier Mina. ... ya dijo Queneau que sólo hay dos clases de relatos: los que tienen por modelo a La Ilíada -la acción sucede en el mismo lugar- y los que tienen por modelo a La Odisea -la acción sucede en distintos lugares-, o sea. Con la particularidad añadida de que el intercambio de relatos aún se refuerza con otra dosis de internacionalización, consistente en parangonar lo que aquí sucede con lo que ha sucedido o está sucediendo en otros lugares (generalmente prestigiosos, por ejemplo Irlanda y no Sudán), aunque reservándose in peto la convicción de que nada puede haber como Euskal Herria y la importación masiva de expertos de diferentes países para que, so pretexto de resolver conflictos o entender en legislación internacional, refrenden los puntos de vista de Ibarretxe.
Con esto la bola crece, y cuando digo la bola digo la bola de nieve, pero también la trola. Y así se da la paradoja de que vivimos más atrapados por el lehendakari cuando no está que cuando está. Porque cuando no está imaginamos que nos manda un jefe legendario puesto a remojo en mitos, mientras que si estuviera tendría que atender a cosas tan peregrinas como visitar a un escolta salvado de milagro de morir por la bomba de ETA (con la que desde luego nada tiene que ver Batasuna, ni siquiera en sus amenazas o predicciones), o defender alguna clase de presupuestos cuando él sólo está para salvar patrias en peligro reencarnando al Sastrecillo Valiente y, si su horizonte epistemológico se lo permitiera, al mismísimo Cid Campeador, claro que traducido al euskera. No olvidemos que cuando el lehendakari se desplaza a Madrid está viajando al extranjero, pero, éste sí, un extranjero hostil que sólo le sirve para alimentar más el cuento.
País
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