martes, febrero 26, 2008

Víctimas incómodas, verdad incómoda

Es el título del artículo de Joseba Arregi, publicado en El Correo del 26-02-2008. Tras intentar, sin ningún éxito resumirlo, lo copio entero y me limito a subrayarlo.

La manera que ha tenido la sociedad vasca, la manera en la que las instituciones vascas han tratado, la manera en la que el nacionalismo ha enfrentado la cuestión de las víctimas dice mucho más que cualquier otro análisis acerca del estado de la sociedad vasca, acerca de la política de las instituciones, acerca de sus proyectos políticos nacionalistas. La sociedad vasca, las instituciones vascas, el nacionalismo vasco se han sentido incómodos con las víctimas. La mera presencia y existencia de las víctimas ha incomodado al nacionalismo gobernante.

El Gobierno vasco ha aprobado recientemente el proyecto de la tan anunciada Ley de atención a las víctimas. Este proyecto pasa ahora a manos del Parlamento vasco y el Gobierno ha anunciado que acude a ese trámite parlamentario con la voluntad de buscar el consenso. Nos encontramos en el año 2008. Nos encontramos con alrededor de mil asesinados por ETA. Nos encontramos con miles de damnificados por esos asesinatos. Y todos ellos necesitan reconocimiento, apoyo, ayudas de todo tipo. Y en la medida en que la Ley establece, define y regula esas ayudas, las atenciones debidas a los familiares de las víctimas, bienvenida sea la Ley.

Pero sería absurdo pensar que con ello la tarea está acabada. Porque el problema no radica en el monto, la cantidad y la calidad de las ayudas. El problema no radica en que las instituciones se muestren cercanas a quienes han sufrido el zarpazo de la violencia terrorista. El problema no radica sólo en la necesidad que los familiares de las víctimas tienen de gestos por parte de los responsables institucionales.

El problema radica en lo que los familiares de las víctimas, las llamadas víctimas en el discurso normal -aunque las víctimas primarias son las que se quedaron sin voz, los asesinados, los que sufrieron en carne propia y de forma directa y mortal la violencia terrorista de ETA- hacen transparente, mantienen en la memoria viva, representan con su mera existencia: la verdad de los asesinados. Y el problema radica en la incomodidad que produce en muchos, especialmente en el nacionalismo vasco, ese recuerdo, esa mera presencia, esa memoria viva, ese significado político de las víctimas primarias.

Y de ahí que muchos de los esfuerzos que lleva a cabo el nacionalismo desde las instituciones buscan permanentemente combinar el ineludible e inaplazable reconocimiento de las víctimas familiares de los asesinados con la ocultación del significado político de las víctimas asesinadas. Cuanto más se habla de las víctimas familiares, cuantas más ayudas se está dispuesto a dar, cuanto más se habla de la reconciliación, cuanto más se presentan programas de educación para la paz, mayor es el velo que se intenta construir para inmunizar la acción política, los proyectos de futuro para Euskadi ante el significado político de las víctimas asesinadas.

Coincide en el tiempo el anuncio de la aprobación del proyecto de Ley de víctimas con el transcurso del plazo acordado por ETB con la Fundación de Víctimas del Terrorismo presidida por Maite Pagazaurtundua para la emisión de un documental, 'Corazones de hielo', realizado por Pedro Arjona y producido por Jorge Martínez Reverte que da voz a las víctimas. El acuerdo se cumplió en uno de los últimos días posibles. Aunque el término día sea del todo inadecuado, pues ETB emitió dicho documental pasada la medianoche del sábado y con mínimo anuncio de su emisión.

ETB, dependiente directamente del Gobierno vasco, recuerda a las víctimas ocultándolas. Cumple con las víctimas porque no queda más remedio y lo contrario sería impresentable, pero lo hace en la oscuridad de la noche más oscura, en la oscuridad de no poner en conocimiento de la audiencia la emisión del documental. ETB pone de manifiesto la incomodidad que el nacionalismo siente con las víctimas, con los familiares de las víctimas, con su voz, porque en esa voz se transparenta el significado político de las víctimas asesinadas. No es directamente la opinión política de los familiares la que es portadora de significado político, que también. Es sobre todo el significado político del acontecimiento 'víctima asesinada' instaurado por ETA el que es portador de significado político: el hecho de que unas mil personas hayan sido asesinadas en nombre de un proyecto político, en nombre de la deslegitimación de las instituciones estatutarias que quería conseguir ETA, en nombre de la negación de la legitimidad democrática de las instituciones vascas. Porque las víctimas asesinadas poseen un significado político profundo que no queda anulado para nada por la pluralidad de las asociaciones de víctimas del terrorismo, por las diferencias de orientación política que se puedan percibir entre los familiares víctimas del terrorismo.

El nacionalismo vasco se encuentra incómodo ante las víctimas asesinadas porque se encuentra incómodo ante su verdad política, y pone así de manifiesto su incomodidad con la legitimidad democrática de las instituciones estatutarias, su incomodidad con el marco estatutario. Porque la verdad de las víctimas asesinadas radica en que fueron asesinadas para liquidar el Estatuto de Gernika y sus instituciones, para liquidar el pluralismo vasco al que sólo puede corresponder políticamente un pacto estatutario.

Por muchos proyectos de ley que apruebe el Gobierno nacionalista, por muchas leyes que apruebe la mayoría nacionalista del Parlamento vasco para tender a las víctimas, por muchos acuerdos que firme ETB para dar voz e imagen a las víctimas del terrorismo, detrás de cada uno de esos intentos se esconderá el esfuerzo por trazar una separación radical entre lo que significa ayuda de todo tipo a las víctimas familiares y reconocimiento de la verdad política de las víctimas asesinadas. Hacer lo uno para ocultar lo otro. Engrandecer el esfuerzo en lo uno para mantener a raya las consecuencias de lo otro. Llegar incluso a hablar de la reconciliación para no tener que enfrentarse al significado político de las víctimas asesinadas.

La incomodidad del nacionalismo, manifiesta en el proyecto de ley y aún más en el tratamiento dado por ETB al documental de las víctimas, es la incomodidad que le causa la pregunta: ¿Qué significa para el nacionalismo el que ETA haya asesinado en nombre de un proyecto nacionalista a casi mil personas? Es la pregunta cuya formulación pretende evitar a toda costa el nacionalismo.

La incomodidad del nacionalismo con las víctimas asesinadas y con su verdad, la verdad puesta en ellas por la intención de quien las erigió en víctimas, por ETA, es la incomodidad de tener que renunciar al mito justificante de todos sus planteamientos: el mito de la buena conciencia innata del nacioalismo, del nacionalista. El nacionalista es el que tiene un derecho natural a la buena conciencia, como persona, como movimiento y como proyecto. Y todo lo que pueda dañar ese mito de la buena conciencia nacionalista debe ser ocultado, sepultado incluso con actuaciones aparentemente dirigidas a ayudar a las víctimas familiares.

Pero cada uno de los asesinados, y el recuerdo de cada uno de los asesinados, función primordial de los familiares de las víctimas, es un testimonio silenciado pero que grita con todas sus fuerzas contra ese mito de la buena conciencia innata del nacionalismo.

Salud

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