Relata El País, como los descendientes de 130 comerciantes españoles pueden reclamar el tesoro que transportaba la fragata Mercedes en 1804 al hundirse en aguas del golfo de Cádiz.
Puede servir para alargar más un proceso de demandas que ya de por sí se preveía farragoso, ya que a la reclamación de España se unió la del gobierno de Perú, puesto que el oro y la plata provenía de sus minas.
Lo que debiera sorprender es la superabundancia de apellidos euskéricos en la relación de damnificados por el naufragio. No se corresponde con el actual relato de opresión a que nos tiene acostumbrados el nacionalismo gobernante y particularmente el Sr. Ibarretxe.
Con respecto a los unos y al otro se han publicado estos días dos buenos artículos en El Correo que no me resisto a recomendarles. Ayer Joseba Aregui bajo el título de Mañana más y peor describe la situación a la que nos arrastró el nacionalismo por no querer rectificar la sinrazón de Lizarra. Hoy Andoni Unzalu nos recrea en su escrito Ibarretxe oye voces, con la soledad y el mesianismo de nuestro Lehendakari.
Somos nosotros los vascos de hoy los oprimidos por esos otros vascos que como dice Unzalu oyen voces.
Ibarretxe dimisión
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