No es el caso de copiar la entrevista que les hace en París José Luís Barbería. Dejo aquí un enlace para quien quiera repasarla. Hay unas respuestas que sí quiero resaltar puesto que me parecen esclarecedoras de lo que pasó en el paisito.
“EP. ¿Y cómo se llama la enfermedad de la patria vasca?
Irazoki. Los patriotismos me molestan desde que era muy joven. Con esa falta de mesura propia de la juventud, yo pensaba entonces que toda patria, excepto el hombre, es una mordaza. Hoy lo puedo decir con menos solemnidad, pero sigo pensando más o menos lo mismo. Para empezar, desconfío de cualquier grupo sin conciencia de pluralismo, y, como se sabe, los patriotas admiten, por lo general, pocas dudas.
Aramburu. Es una enfermedad muy antigua que hacía furor y causaba guerras periódicas antes del establecimiento en Europa de las democracias parlamentarias posteriores a la II Guerra Mundial. Consiste principalmente en sentar las bases sociales de una ficción, según la cual una masa humana se persuade de que vive en un presente provisional mientras se afana en la culminación de una meta colectiva que en el caso vasco sería la independencia. Los individuos afectados por el síndrome utópico equiparan dicha meta a la justicia absoluta. De ahí que, una vez establecido este principio intangible, matar sea para quienes lo profesan un acto noble, justificado y útil para la sociedad.”
“EP. ¿Saben cómo y por qué se ha llegado tan lejos?
Irazoki. Cuando tenía 20 años y leía a Camus, y me interesaba por la línea política del eurocomunista italiano Enrico Berlinguer, ya me parecía una aberración que cierta izquierda festejara el asesinato de policías y de guardias civiles. La muerte no se celebra, pensé. Tirar alegremente la chaqueta al aire porque ha desaparecido el adversario es un fracaso moral. En mi tierra, no pocos vacíos personales se llenaron con una aventura en la que el odio era el ingrediente básico. Y eso, mezclado con la indiferencia de la mayoría, ha creado una situación que hace ya 15 años mi compañera, autora de una tesis doctoral sobre el País Vasco, resumió con una frase: "En ninguno de los lugares que conozco se habla tanto de ética y se practica menos lo que esa palabra significa".
Aramburu. Lo que ha pasado es que la obsesión de algunos por dar forma histórica a la idea de pueblo elegido, predestinado a moverse en el sentido de una misión colectiva, ha roto, no sé si para siempre, la unidad cultural entre los vascos.
EP. ¿Detectan que la desafección hacia el proyecto nacionalista de una parte de la sociedad vasca puede llegar a alcanzar al euskera y a la propia idea de país?
Irazoki. Por mucha capitalización y manipulación política que se haga del euskera, me niego a aceptar que la lengua se convierta en patrimonio nacionalista. El euskera no tiene la culpa. Lo que sí he visto es que no hay sinceridad en muchos amores proclamados al euskera. Ese que tacha los nombres en castellano o francés de los pueblos y deja sólo el euskérico no puede amar la lengua, porque quien ama una lengua, ama también las de sus semejantes.
Aramburu. Sería una pena que un idioma que no tiene dueño corriera la misma suerte que esos grupos radicales que tratan de imponer su proyecto por la coacción y la violencia. Puede que en esas actitudes de dimisión haya una reacción similar a la de los judíos alemanes que después de la guerra se negaban a hablar alemán porque decían que era la lengua de los asesinos, pero sería una manera más de mutilarnos. La tragedia es que después del franquismo no se ha construido un proyecto cultural de encuentro. Pero la historia es pendular, tras el franquismo ha venido el nacionalismo y vendrá otra cosa que puede llevarse por delante muchas cosas si no construimos una convivencia sólida.”
Tienen toda la razón en lo que cuentan. Que no acierten en el desenlace, porque realmente cada día nos alejamos más de la construcción de esa convivencia.
Salud
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