viernes, marzo 09, 2007

El euskera y la escuela

Anuncian cambios en el sistema educativo vasco, y, como ya nos tiene acostumbrados el nacionalismo, no son cambios para profundizar en la libertad. Se habla de un único modelo lingüístico, lo que será, con toda seguridad, una copia de la inmersión catalana pero además sin mirar la realidad nuestra.

Si parten de unos datos que indican que, únicamente, la mitad del modelo de inmersión cumple el objetivo de conseguir al finalizar la ESO alumnos bilingües. Alarman algunos titulares que vienen a decir que el castellano se aprende en la calle.

De todos modos y dado que, para las lumbreras que han planificado esta reforma, el castellano ya no será necesario de ahora en adelante para nada, toda la energía del sistema debe encauzarse a que nuestros niños y niñas aprendan su “lengua propia”

Copio, a continuación, un par de párrafos del libro “Contra Cromagñon” del profesor Félix Ovejero Lucas, en que descubre los “objetivos” de la política lingüística de los nacionalismos.

En el centro de los debates sobre la frontera, al final siempre está la identidad. Los nacionalistas necesitan identificar al pueblo “soberano”, el que constituye la unidad última de decisión, sin que, a su vez, se pueda reconocer dentro de él otras unidades soberanas ulteriores. No resulta sencillo encontrar criterios inequívocos que permitan reconocer a los pueblos dotados de identidad. La lengua es de los menos equívocos. Habida cuenta de las dificultades para señalar un conjunto de condiciones necesarias y suficientes que identifiquen a la nación (y consiguientemente al demos), “la lengua otorga una manera de mirar al mundo compartida, una identidad”, resuelve (en falso, claro), el enojoso problema de la comunidad política, de las fronteras. Permite identificar a quienes pertenecen a la nación, a quienes comparten identidad cultural. Lengua y cultura resultan, desde esa perspectiva, coextensivas.

La argumentación, la estrategia para ser más exactos, avanza en varios pasos: una lengua dota de identidad, una identidad permite reconocer una nación y una nación reclama un estado. El problema es cuando, como sucede con los nacionalismos españoles, la lengua de la nación está lejos de ser la lengua mayoritaria de los “nacionales”. En este caso, la lengua se convierte en una herramienta política, en un instrumento de “construcción nacional” que requiere “normalizar” a quienes no comparten la lengua, la identidad. Hay que construir la nación y para ello hay que extender la lengua “propia”. Al servicio de esa estrategia se utilizan una serie de argumentos que, por lo general, apelan a razones “cívicas”. La igualdad es uno de los principios más invocados.

Finalizo yo expresando la esperanza de que esto ya no puede durar. La gente es sabia y, más pronto que tarde, hará que rectifiquen estos locos que nos quieren encerrar en su gueto imaginario. Lo malo es que, las generaciones que sean analfabetas en castellano ya no tendrán otra oportunidad y habrán de competir en un medio que no lo puede ignorar.




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