A la vuelta

He estado unos días desconectado, ni comprar el periódico. He sesteado por las estribaciones de la sierra de Gata practicando la "fala" y soportando calores muy altos.



De nuevo en el paisito veo que seguirnos con lo mismo, Aitzane Ezanarro sigue sin entender el significado político de las víctimas, eso que lo han explicado concienzudamente, sociólogos y otros muchos entendidos, peor esta chica sigue montada en el burro de la equidistancia y para ella los muertos pasaban por allí y, desde luego, no tienen nada que aportar. Una pena.

José María Ruiz Soroa, creo que lo vuelve a explicar claramente en el artículo que publica hoy en El Correo. Les recomiendo encarecidamente su lectura atenta.

Un sector importante del nacionalismo vasco, con denso enraizamiento en nuestra sociedad, decidió hace tiempo que su «proyecto político de liberación nacional y popular» (sin duda sublime, cómo no) justificaba quitar la vida indiscriminadamente a otros seres humanos, fueran enemigos declarados de ese proyecto o, simplemente, 'gentes que pasaban por allí'. Y lo hizo. Y aplaudieron. Y todavía ahora se niegan a entender el valor terrible de lo que hicieron. Y regatean su valoración. ¿Qué hicieron? Nada menos y nada más que poner un proyecto político por encima de la vida de otros seres humanos. La existencia de su añorada y deseada Euskalherria justificaba la muerte de otros, independientemente de quiénes fuesen y qué pensaran. Pues eso, precisamente eso, ese proyecto de Euskalherria, es lo que unifica a los muertos en un colectivo homogéneo: pues todos ellos sobraban en ese proyecto, todos ellos eran prescindibles para crear por fin a Euskalherria, su vida valía menos que el designio grandioso de sus verdugos.

Quizás algún día, aunque lo dudo, Ezenarro y cientos de miles vascos entiendan que la sociedad humana se funda, si quiere llamarse civilizada, en el valor supremo de la existencia de esos seres gruñones, apáticos, ilusionados, altos, bajos, gordos, conmovedores, vulgares, tiernos y, en general, humanos que simplemente 'pasan por ahí'.


Lo anterior, viniendo como viene de Aralar pudiera considerarse una boutade más de esa izquierda ilusa, pero lo más grave es que el PNV siga insistiendo en que no se debe perseguir el enaltecimiento del terrorismo, eliminando de la vía pública sus manifiestos. Ese prurito por las formas, encubre el disgusto por tener que dejar “con el culo al aire” a los anteriores compañeros de viaje en la aprobación de todos los planes que el PNV llevó al parlamento.

En fin, para volverse al rural.