Eso parece ser que pretende el PNV tras el fracaso electoral y la escasa intención del presidente del gobierno de España de pactar directamente con el PNV sin que antes los vascos nos pongamos de acuerdo en lo que queremos.
En un magnífico artículo Las condiciones del pacto que publica hoy El Correo, Joseba Arregi se hace preguntas tan pertinentes como ésta: la lectura obligada es la de por qué hay que premiar, aunque sea con algo que parece razonable, la vuelta del nacionalismo de su apuesta nefasta y fracasada de Estella/Lizarra, máxime cuando ese nacionalismo todavía tiene dificultades para enterrar oficialmente dicha apuesta, que es la única forma de de garantizar a todos que no volverá por esos fueros.
No puede ser posible que hayamos de pagar cualquier ensoñación nacionalista. Si un día se levanta el presidente del gobierno vasco con el antojo de un referéndum, deberá haber alguien en su entorno que le explique la imposibilidad en lugar de buscar un caramelo que le haga olvidarse del antojo.
También publica hoy la prensa que las huestes del mocetón Egibar le piden cuentas a Urkullu por el trato dado a su jefe al obligarle a poner la cara que puso mientras le leía la “hoja de ruta” para los chicos de ANV. En fin, que está por ver la hora en que se cambia de alcalde en Mondragón.
Para que el PNV esté en condiciones de exigir algún trato o acuerdo especial, debiera comenzar por cumplir el principal, que nos hemos dado los demócratas hace 30 años: aceptar la constitución como propia. A partir de eso, pueden caber los blindajes de los que habla, también en El Correo de hoy, José Luis Zubizarreta.
Salud
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