Ahora que los dos diputados de izquierda unida y los tres de ERC se pueden dedicar en cuerpo y alma a la quema de banderas no republicanas y demás símbolos constitucionales, puesto que al carecer de grupo parlamentario tendrán más tiempo libre, me viene a la memoria un artículo que Juan José Laborda incluye en RUMBOS A LA CARTA, un libro al que ya me referí en este rincón.
Con motivo del 75 aniversario de la proclamación de la II República escribe un artículo en el que trata de una referencia a una antigua conversación que el autor mantuvo con Ramón Rubial a mediados de los años 80 con motivo de la visita al senado del fiscal argentino Julio Strassera (oposición a la ley de punto final).
Dice que Ramón, el viejo luchador republicano y antifranquista, se mostró poco comunicativo, que le contaron al fiscal los años de persecución y cárcel de Ramón y que en esa condición en 1977 había votado y aprobado una ley de Amnistía que consistía en olvidar lo que el dictador había hecho y reconocía una reparación honorífica a sus víctimas.
Sigue el artículo: Al terminar la reunión con Strassera, quise prolongar la conversación con Rubial. Me interesaba mucho saber qué pensaba del problema de la amnistía, una persona como él, que había llegado desde la derrota republicana y había cruzado los años del exterminio de las ideas y de las personas por las que había luchado. Con su proverbial laconismo me dijo: “Hicimos lo que teníamos que hacer”. ¿Pero lo hicimos –volví a mostrar mi desazón- porque carecíamos de fuerza política? ..... El antiguo revolucionario socialista, el testigo de cargo contra tanta e innecesaria represión, me dijo: “si hubiéramos tenido fuerza es posible que hubiera habido voces pidiendo responsabilidades. Yo hubiera estado en contra. Y si se llega a hacer, nos hubiéramos equivocado otra vez”.
Sigue reflexionando Laborda sobre tantos doctrinarios que pasan por historiadores y analizan la II República con hechos de hoy. Rubial extraía críticamente de su historia valores para la transición de los años setenta. Y tenía autoridad para hacernos comprender que ellos no podían adivinar entonces lo que vino después, detrás de la palabra revolución: el mal absoluto narrado por Primo Levy o Alexander Solzhnitsyn, el aniquilamiento de la democracia en España y Europa. Pero los ideales republicanos de Rubial y tantos como él legitimaron el éxito de la actual democracia.
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