Alvaro Pombo, quizá nuestro escritor más cercano al clásicismo inglés, especialmente por su humor, se presenta de candidato al Senado por UPyD en Madrid. Hace poco publicó en el País el articulito que reproduzco.
Al menos es una forma lúcida de pedirnos el voto para su partido, alejada de las grandes palabras y de las grandes promesas al estilo Miss Wichita.
Esta mañana he roto un plato mientras me hacía el almuerzo. Amaba ese feo plato de duralex transparente, tan útil para servir los champiñones al ajillo. Se resbaló y se rompió. Un estallido espantoso. Tardé mucho en sosegarme. Nuestros dos grandes partidos políticos son dos platos de duralex transparente, feos y útiles. Estamos acostumbrados a votarles. No nos gustan del todo, no nos disgustan del todo. Dado que sólo hay dos y hay que elegir uno de los dos, elegimos siempre al que elegimos siempre. Es el mismo feo partido de duralex de toda la vida, con su disyuntiva grabada a fuego: o PP o PSOE.
Eligiéndolos, nos ahorramos el miedo a no saber qué hacer. Y nos libramos del sentimiento de culpa que amenaza todo cambio de costumbres. ¿Qué pensaremos, qué haremos, si no elegimos a uno de los dos? Como matones del colegio nos asustan los dos grandes, recordándonos que más vale estar protegido por uno, que desprotegido por dos y a la intemperie.
Pero ocurre que los electores españoles estamos cada vez menos dispuestos a confiar nuestra suerte a uno y el mismo todo el tiempo: empezamos a simpatizar con la intemperie, con el voto flotante, con la indecisión inteligente.
¿Qué haremos el 9 de marzo? ¿Nos levantaremos temprano y echaremos mano del viejo plato de duralex, feo y útil? ¿No valdría la pena, en esta hora de intensa seriedad democrática, volver a pensarlo todo otra vez? ¿Por qué no votar a un tercer partido -un nuevo útil parlamentario- en lugar del feo partido de duralex matón de siempre? ¡Rompa usted un plato, vote lo que yo!
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