Como bien dice Arzallus ese señor Jauregui no tiene fortuna, pero se le ven maneras, parece joven y con un sueldo tirando a normalito ya consiguió 6 inmuebles.
El problema de fondo está en que algunos políticos tienden a banalizar el mal. Le quitan importancia a que un candidato a la presidencia de una diputación, que tiene, entre otras, la misión de recaudar los impuestos de los vecinos y gastarlos, no haga su declaración de la renta en tiempo y forma. Eso es grave, esa opinión es insostenible, lo mismo que no se sostiene la pregunta de su mentor referida a si tiene que hacer strip teese. Pues sí, tiene que demostrar, más allá de toda sospecha, que es el mejor entre todos para presidir la Diputación de Guipúzcoa, a la que no fue muy leal a la hora de presentar su última declaración de la renta.
Es ese relativismo que destilan, tan frecuentemente, los políticos lo que aleja a la gente común de participar en la política, salvo, y me reconocerán que aquí no son una ganga, los que están uncidos por vínculos clientelares.
Hay un último concepto que acojona. Esa referencia a la creencia en un proyecto político, no le veo encaje en una sociedad civil moderna, donde los proyectos políticos han de carecer de esa trascendentalidad, de fe y salvación, que le asignan quienes conciben la actividad política como un sentimiento tribal, al que están llamados sólo los creyentes.
Han pasado otros muchos casos, y siempre se queda todo olvidado y tapado por el alboroto de “nos atacan” o están al servicio de los enemigos de lo nuestro. También pasará este caso y probablemente tendrán los guipuzcoanos un presidente de la diputación que no hizo debidamente la última declaración, pero como en este país pagar es de tontos, pues el más listo presidente de la dipu.
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