Los políticos y más si son nacionalistas, cuando se ponen trascendentes es que “da gusto”. Parece ser que, desde la vicepresidencia de la Xunta de Galicia, convocan un concurso para el diseño y confección de uniformes escolares, y aprovechando la ocasión, se desparraman; pero mucho mejor que yo se lo cuenta el Profesor Blanco Valdés en un artículo que le copio de BASTAYA.ORG
Oigo patria tu aflicción...
...y diseño un mandilón.
Tal que así ha debido razonar la Vicepresidencia de la Xunta a la hora de dictar su Orden de 24 de enero pasado convocando un concurso de ideas para el diseño de los uniformes del personal y los alumnos de unas Galescolas que, a fuerza de curiosas, no dependerán de la Consejería de Educación, sino de la Vicepresidencia de la Igualdad y el Bienestar.
La Orden reguladora de las condiciones del concurso establece que dichos uniformes, además de ajustarse a las lógicas exigencias materiales (funcionalidad, mantenimiento y resistencia), habrán de cumplir un requisito temático auténticamente inenarrable: «Los diseños –dispone la Vicepresidencia– deberán encajar con el logo escogido para identificar las Galescolas y ofrecer una imagen vinculada a las Galescolas como red institucional propia de Galicia con identidad propia».
Aunque entre tanta propiedad no es fácil saber si esa identidad, tan cansinamente descrita, es la de Galicia, la de las Galescolas o la de ambas, conociendo el paño (¡nunca mejor dicho!) parece sencillo deducir cual es, a fin de cuentas, el auténtico objetivo de la norma: que los profesores, los cuidadores y los niños vayan vestidos de gallegos.
¿Y como se viste uno de gallego?, se dirán ustedes llenos de estupor. El asunto es de importancia, pues dado que de gallegos vamos vestidos por definición todos los que vivimos en Galicia, sólo existen tres posibles respuestas a la exigencia de la Vicepresidencia: que niños y personal vayan de calle, vayan de traje regional o vayan, no de gallegos, sino de galleguistas.
Para la primera opción –que cada uno lleve la bata o el mandilón que le apetezca, siempre que cumpla las cualidades materiales exigidas– convocar un concurso de ideas hubiera sido del todo innecesario, lo que indica que debe tratarse de otra cosa. ¿Quizás lo del traje regional? Me resisto a creerlo, pues no me imagino a niños y mayores, de refaixo, de mantilla y de mandil, con bata y mandilón.
Sólo nos queda, por tanto, la opción del galleguismo. ¿Es eso –que el uniforme de las Gelescolas sea acorde con la que, según el BNG, es la identidad propia de Galicia– lo que va a exigir la Vicepresidencia? Todo parece indicarlo, lo que nos lleva a un escenario, entre cómico y lunático, que soy incapaz de imaginar. O casi sí: basta con recordar a los niños vestidos con mono gris de la China popular. Todos iguales. Todos con la misma identidad. Es lo que tiene el patriotismo: que se empieza recitando El dos de mayo («Oigo patria tu aflicción...») y se acaba controlando la ¡identidad gallega! de un modesto mandilón.
Oigo patria tu aflicción...
...y diseño un mandilón.
Tal que así ha debido razonar la Vicepresidencia de la Xunta a la hora de dictar su Orden de 24 de enero pasado convocando un concurso de ideas para el diseño de los uniformes del personal y los alumnos de unas Galescolas que, a fuerza de curiosas, no dependerán de la Consejería de Educación, sino de la Vicepresidencia de la Igualdad y el Bienestar.
La Orden reguladora de las condiciones del concurso establece que dichos uniformes, además de ajustarse a las lógicas exigencias materiales (funcionalidad, mantenimiento y resistencia), habrán de cumplir un requisito temático auténticamente inenarrable: «Los diseños –dispone la Vicepresidencia– deberán encajar con el logo escogido para identificar las Galescolas y ofrecer una imagen vinculada a las Galescolas como red institucional propia de Galicia con identidad propia».
Aunque entre tanta propiedad no es fácil saber si esa identidad, tan cansinamente descrita, es la de Galicia, la de las Galescolas o la de ambas, conociendo el paño (¡nunca mejor dicho!) parece sencillo deducir cual es, a fin de cuentas, el auténtico objetivo de la norma: que los profesores, los cuidadores y los niños vayan vestidos de gallegos.
¿Y como se viste uno de gallego?, se dirán ustedes llenos de estupor. El asunto es de importancia, pues dado que de gallegos vamos vestidos por definición todos los que vivimos en Galicia, sólo existen tres posibles respuestas a la exigencia de la Vicepresidencia: que niños y personal vayan de calle, vayan de traje regional o vayan, no de gallegos, sino de galleguistas.
Para la primera opción –que cada uno lleve la bata o el mandilón que le apetezca, siempre que cumpla las cualidades materiales exigidas– convocar un concurso de ideas hubiera sido del todo innecesario, lo que indica que debe tratarse de otra cosa. ¿Quizás lo del traje regional? Me resisto a creerlo, pues no me imagino a niños y mayores, de refaixo, de mantilla y de mandil, con bata y mandilón.
Sólo nos queda, por tanto, la opción del galleguismo. ¿Es eso –que el uniforme de las Gelescolas sea acorde con la que, según el BNG, es la identidad propia de Galicia– lo que va a exigir la Vicepresidencia? Todo parece indicarlo, lo que nos lleva a un escenario, entre cómico y lunático, que soy incapaz de imaginar. O casi sí: basta con recordar a los niños vestidos con mono gris de la China popular. Todos iguales. Todos con la misma identidad. Es lo que tiene el patriotismo: que se empieza recitando El dos de mayo («Oigo patria tu aflicción...») y se acaba controlando la ¡identidad gallega! de un modesto mandilón.
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