En pleno debate sobre el aborto, o la reforma de la actual ley que lo autoriza, y cuando la jerarquía católica del país se hace fuerte en la cumbre del monte, me he encontrado en el número 190 de Claves de Razón Práctica una interesante nueva entrega de la controversia que se traen desde hace tiempo Jürgen Habermas y Paolo Flores D`arcais, a cuenta del papel de las iglesias en la esfera pública. En una palabra, en la política.
Habermas sostiene que se le debe reconocer cierto papel a las iglesias, en tanto que instituciones sociales, pero que no deben participar en el plano formal o institucional. No deben usarse argumentos religiosos en el debate parlamentario ni en la fundamentación de las actuaciones del ejecutivo ni de la justicia.
No obstante por su historia y por su aportación al desarrollo intelectual de las sociedades, deben poder participar en igualdad en el debate político. Ahora bien, Habermas le pide para ello que traduzcan sus verdades al lenguaje público.
”Para ser candidatas a la aprobación jurídica, todas las normas deben formularse y justificarse públicamente con un lenguaje comprensible para todos”
Flores D`arcais difiere y lo ejemplifica estupendamente esa “traducción” con la imagen de que no se puede usar el argumento-Dios, y si no se permite el argumento-Dios (creación y autor de la vida) en el debate político “secular”, sobre el aborto o la eutanasia, considera imposible que en cualquier intervención parlamentaria a favor de perseguir penalmente el aborto no resuene, a pesar de todas las filigranas de separación radical de ámbitos, el anatema religioso de la “naturaleza sagrada de la Vida”.
Se trata de un debate filósofico ya iniciado cuando en el número 179 de Claves P. Flores D`arcais publicó “Once tesis contra Habermas”.
Les invito a leer esas pocas páginas y espantarse de la diferencia tan sustancial con nuestros rifirrafes ibéricos.
Salud
Habermas sostiene que se le debe reconocer cierto papel a las iglesias, en tanto que instituciones sociales, pero que no deben participar en el plano formal o institucional. No deben usarse argumentos religiosos en el debate parlamentario ni en la fundamentación de las actuaciones del ejecutivo ni de la justicia.
No obstante por su historia y por su aportación al desarrollo intelectual de las sociedades, deben poder participar en igualdad en el debate político. Ahora bien, Habermas le pide para ello que traduzcan sus verdades al lenguaje público.
”Para ser candidatas a la aprobación jurídica, todas las normas deben formularse y justificarse públicamente con un lenguaje comprensible para todos”
Flores D`arcais difiere y lo ejemplifica estupendamente esa “traducción” con la imagen de que no se puede usar el argumento-Dios, y si no se permite el argumento-Dios (creación y autor de la vida) en el debate político “secular”, sobre el aborto o la eutanasia, considera imposible que en cualquier intervención parlamentaria a favor de perseguir penalmente el aborto no resuene, a pesar de todas las filigranas de separación radical de ámbitos, el anatema religioso de la “naturaleza sagrada de la Vida”.
Se trata de un debate filósofico ya iniciado cuando en el número 179 de Claves P. Flores D`arcais publicó “Once tesis contra Habermas”.
Les invito a leer esas pocas páginas y espantarse de la diferencia tan sustancial con nuestros rifirrafes ibéricos.
Salud
1 comentario:
Gracias, gracias, gracias,... y ya sabes por qué. He repetido hasta la saciedad que, peor que la beatería creyente, es ese remedo de beatería agnóstica basada en el simple y vulgar anticlericlarismo acrítico...
El simple hecho de resumir (además de una manera muy clara, precisa) las posiciones de Habermas y Flores D`arcais en estos temas, supone para mí doble alegría.
Magnífica entrada, una vez más, Don Rubín.
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