Es el precio a pagar por medios imperecederos, grandes letreros pintados en la fachada, en una época en que se avanza a la velocidad de la luz.
Supongo que los alumnos de ese centro, dirigido a escapados de la ESO, no tendrán conocimiento de Marshall McLuhan, porque es como para no matricularse en un sitio tan contradictorio.
Si lo anterior pasa en el “centro de Bilbao”, qué no habrá por el mundo.
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