lunes, octubre 26, 2009

Valores


Hay una cantinela que a quienes hemos vivido en el entorno de los partidos nos suena a vieja y me imagino que a los demócratas sin filiación les tiene que sonar a más rancia todavía. Hoy la repitieron en todos los telediarios de todas las televisiones con motivo del caso Caja Madrid: “los trapos sucios se lavan en casa”.

A casi todo el mundo le parece lo lógico, no airear las miserias, pero eso puede ser bueno en la vida privada, pero cuando se trata de partidos políticos que la Constitución considera democráticos ya tiene menos justificaciones.

Lo que hoy dicen los dirigentes del PP es lo que han dicho siempre todos los dirigentes de todos los partidos, pero eso no les da ni un ápice de más razón.

Hoy ¿casualmente? el catedrático de Derecho Político Manuel Ramirez habla, colateralmente, del tema en su tercera de ABC al reprochar el excesivo protagonismo (hegemónico) que a los partidos políticos se les encomienda en la Constitución.

El estupendo artículo que les recomiendo leer con sosiego se centra en la necesidad, ya anotada por Aristóteles, de infundir valores a los ciudadanos; cosa incluso más importante que buenas leyes.

Copio dos párrafos por si quieren ahorrarse los otros cinco igual de interesantes:
Por lo demás, cuanto acabo de afirmar viene muy de lejos. Ya Aristóteles, cuando se preguntaba por lo mejor para conseguir la estabilidad de un régimen político y afianzar su permanencia, concluía con la afirmación de que «de nada sirven las leyes más útiles, incluso ratificadas unánimemente por todo el cuerpo civil, si los ciudadanos no son entrenados y educados en el régimen». Y ello era necesario para cualquier clase de régimen. «Lo que se quiera para la ciudad, póngase en la escuela», sentenciaba Platón. Y la cadena de afirmaciones en este sentido se sucede hasta nuestros días: Bodino, Montesquieu, el marxismo con su idea de también crear al «hombre nuevo», la sociología política anglosajona al predicar la cultura cívica integrada por el modelo del «hombre democrático» frente a la mentalidad autoritaria y, entre nosotros y dando un importante salto en la consideración de la democracia, la conclusión del maestro Aranguren: «La democracia antes y más profundamente que un sistema de gobierno, es un sistema de valores, que demanda una reeducación político-moral». Pienso en la situación de desencanto que sufriría este buen hombre si viera la realidad de nuestros días.

Y si no es así, si no hay aprendizaje y socialización en valores, el régimen no queda consolidado, se confiese o no. Por mucho optimismo que queramos echar al asunto. El ejemplo más cercano, la Segunda República. Y el testimonio más directo, Manuel Azaña. Cuando se lamentaba de que, a pesar del tiempo transcurrido, la República no había llegado a los pueblos. O cuando, más tarde, afirmaba que sin esa educación, «imbuida desde la juventud», habría un régimen u otro, «pero sería un fenómeno semejante al de un arrecife que surge sobre las olas y millones de seres lo sostienen sin saber cuál es su función». Pues bien, recientemente ha surgido «la circunstancia»: los incidentes de Pozuelo de Alarcón. Y lo que ha venido después. ¡Ahora toca llorar y, sobre todo, buscar culpables! Pero a mi entender, con un error de partida. Hace tiempo que compruebo, por mi condición de docente, que nuestra juventud puede que no tenga nada más que tres «valores-disvalores»: el hedonismo, el consumismo (compre-consuma-vuelva a comprar) y el afán por el éxito sin esfuerzo. ¿Pero es sólo culpable la misma juventud? De ninguna manera. Los valores se definen, se defienden cuando haga falta y, sobre todo, se transmiten.

Salud

2 comentarios:

J. Rogelio Rodríguez dijo...

El artículo es memorable. También el tuyo, por supuesto, amigo mío.

Lo que no resulta tan "memorable" es la actitud intervencionista impresentable del PP que, como cualquier partido "con vocación de estado" se dedica a meter las narices en actividades empresariales, en teoría privadas... en la práctica, fuertemente intervenidos.

UN abrazo.

Rubín de Cendoya dijo...

Ciertamente Rogelio: "se tienen" que meter en todo.

Puedo admitir que está en la naturaleza de los políticos controlarlo todo, pero esa pornográfico intento de que no se sepa nada de lo que hago y encima anunciando por la tele urbi et orbe que las cosas feas se escondan, es para no dirigirles nunca más el voto.

Un saludo