El pasado sábado visité en la estación Indalecio Prieto la exposición fotográfica en recuerdo del primer Consejo General Vasco presidido por el Lehendakari Ramón Rubial.
Se trata de una exposición de muchas fotos y algunos textos breves de la época en que todos éramos muy jóvenes y como bien dice el “senador honorario” Iñaki Anasagasti a nadie y menos a Ramón se nos ocurrió reivindicar para él el título de Lehendakari. Un error grave que estos nacionalistas insaciables no dejan de cobrarse ahora negándole desde hace años esa condición.
Si Lehendakari significa presidente del gobierno vasco, no cabe duda de que Ramón lo ha sido, pero en realidad todos sabemos que para los nacionalistas tiene otra traducción y creo que es Jon Juaristi quien lo traduce por algo similar a caudillo, u otros términos más ligados al totalitarismo fascista italiano de los años 20 que es cuando se acuña realmente la palabra. Nunca se entendió como el que preside un órgano colegiado sino como el líder máximo.
Al negar la existencia de un Lehendakari no nacionalista en los inicios de la democracia, el PNV pretende hacer valer la ficción de un gobierno vasco que permanece incólume durante los 40 años del franquismo y consecuentemente no es el producto de una constitución pactada por todos los partidos, la más ampliamente aceptada de todas las que existieron en España.
Anasagasti lo tiene escrito en varias ocasiones, pero me libraré de citarle; para ellos no hay otra legitimidad que la republicana, ignorando además cuán poco adictos fueron al régimen republicano ya desde antes de sus inicios, ausentes del pacto de San Sebastián y conjurados luego en Estella con las fuerzas más retrógradas intentando la consecución de un estatuto ultracatólico y ultraconservador, imposible a todas luces, dentro de una constitución republicana que se quería moderna en 1931.
En Santoña en 1937 traiciona el PNV a la república que le había dado el ser y, rindiéndose a Franco, consiguen debilitar enormemente el frente republicano.
Esa ficción nacionalista de que hubo un gobierno vasco legítimo hasta que Carlos Garaikoetxea pronuncia el juramento fetiche “humillado ante dios” a finales del siglo XX sólo es posible mantenerla por quienes quieren ignorar las leyes, y eso en democracia tiene nombre.
Se olvida el PNV de que consejeros del propio gobierno vasco en el exilio como Juan Iglesias se integran en el Consejo presidido por Ramón Rubial.
Estos nacionalistas, además de tomarnos a los vascos por sus servidores nos quieren hacer creer que estamos en el país de las maravillas, donde las palabras significan lo que quiere el que manda en lugar de lo que dice el diccionario de la Real Academia de la lengua.
Alguien debiera escribir, a no tardar, el daño que nos está ocasionando a los vascos la existencia de un nacionalismo que mantiene unos postulados que ya eran racistas en el siglo XIX, antes incluso de que apareciera el fascismo en Europa.
Al leer cosas escritas en el siglo XXI que pretenden retrotraer la legitimidad del gobierno de Euskadi a la herencia de 40 años de exilio, ignorando la Constitución y el consiguiente Estatuto en que se sustenta, uno se estremece; pero esos antivascos siguen campando a sus anchas y creyéndose además los salvadores de la patria.
País
Se trata de una exposición de muchas fotos y algunos textos breves de la época en que todos éramos muy jóvenes y como bien dice el “senador honorario” Iñaki Anasagasti a nadie y menos a Ramón se nos ocurrió reivindicar para él el título de Lehendakari. Un error grave que estos nacionalistas insaciables no dejan de cobrarse ahora negándole desde hace años esa condición.
Si Lehendakari significa presidente del gobierno vasco, no cabe duda de que Ramón lo ha sido, pero en realidad todos sabemos que para los nacionalistas tiene otra traducción y creo que es Jon Juaristi quien lo traduce por algo similar a caudillo, u otros términos más ligados al totalitarismo fascista italiano de los años 20 que es cuando se acuña realmente la palabra. Nunca se entendió como el que preside un órgano colegiado sino como el líder máximo.
Al negar la existencia de un Lehendakari no nacionalista en los inicios de la democracia, el PNV pretende hacer valer la ficción de un gobierno vasco que permanece incólume durante los 40 años del franquismo y consecuentemente no es el producto de una constitución pactada por todos los partidos, la más ampliamente aceptada de todas las que existieron en España.
Anasagasti lo tiene escrito en varias ocasiones, pero me libraré de citarle; para ellos no hay otra legitimidad que la republicana, ignorando además cuán poco adictos fueron al régimen republicano ya desde antes de sus inicios, ausentes del pacto de San Sebastián y conjurados luego en Estella con las fuerzas más retrógradas intentando la consecución de un estatuto ultracatólico y ultraconservador, imposible a todas luces, dentro de una constitución republicana que se quería moderna en 1931.
En Santoña en 1937 traiciona el PNV a la república que le había dado el ser y, rindiéndose a Franco, consiguen debilitar enormemente el frente republicano.
Esa ficción nacionalista de que hubo un gobierno vasco legítimo hasta que Carlos Garaikoetxea pronuncia el juramento fetiche “humillado ante dios” a finales del siglo XX sólo es posible mantenerla por quienes quieren ignorar las leyes, y eso en democracia tiene nombre.
Se olvida el PNV de que consejeros del propio gobierno vasco en el exilio como Juan Iglesias se integran en el Consejo presidido por Ramón Rubial.
Estos nacionalistas, además de tomarnos a los vascos por sus servidores nos quieren hacer creer que estamos en el país de las maravillas, donde las palabras significan lo que quiere el que manda en lugar de lo que dice el diccionario de la Real Academia de la lengua.
Alguien debiera escribir, a no tardar, el daño que nos está ocasionando a los vascos la existencia de un nacionalismo que mantiene unos postulados que ya eran racistas en el siglo XIX, antes incluso de que apareciera el fascismo en Europa.
Al leer cosas escritas en el siglo XXI que pretenden retrotraer la legitimidad del gobierno de Euskadi a la herencia de 40 años de exilio, ignorando la Constitución y el consiguiente Estatuto en que se sustenta, uno se estremece; pero esos antivascos siguen campando a sus anchas y creyéndose además los salvadores de la patria.
País
1 comentario:
Humilde ante Dios, no humillado.
El Gobierno Vasco del 37 viene de un estatuto que fue aprobado por la mayoría del CENSO (esa fue la exigencia que la republica exigió para su aprobación, recuplica cuya onstitución fue aprobada en cortes SIN posterior referendum)
Ala Rubin, a disfrutar en Bizkaia con lo que tenemos en Nafarroa desde hace lustros
Kepa
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