Bajo ese título publica en la tercera de ABC hoy el profesor de Historia de las Ideas Políticas en la universidad Complutense Benigno Pendás un artículo clarificador.
Mediante un lenguaje muy asequible a cualquier profano desglosa, desde la sentencia del Tribunal Constitucional 4/1981 de dos febrero presidido entonces por el profesor García Pelayo, las peripecias y los retrasos en la necesaria sentencia que debe clarificar la constitucionalidad o no, del nuevo estatuto de Cataluña.
García Pelayo, un demócrata y republicano cabal, de quien, a la espera de una necesaria biografía, hace una magnífica reseña de su faceta de Intelectual y patriota su discípulo y compañero en el primer Tribunal Constitucional Francisco Rubio Llorente en el número 195 de Claves de Razón Práctica correspondiente al mes de Septiembre. Espero sacar tiempo para intentar resumirlo y copiar párrafos importantísimos.
Hoy Benigno Pendás repasa el “estado de indigestión” con el nacionalismo identitario, que tantas energías nos consume.
Examina las presiones al alto tribunal fundamentadas en el interés partidista y en el interés coyuntural del Gobierno y, tras concluir que no es hora de hacer caso de los griteríos, recuerda con Cicerón que “los magistrados llevan en su persona a la ciudad misma”
Hace hincapié en la urgente necesidad de clarificar y fijar la prevalencia de la Constitución, aunque no sea sino para que las próximas generaciones de españoles no tengan que dedicar sus mejores esfuerzos a la discusión con la que llevamos treinta años.
Les copio el último párrafo del artículo aunque les recomiendo encarecidamente su lectura completa.
Aquí seguimos, esperando que llegue la sentencia de un día para otro. Las cuestiones técnico-jurídicas sólo importan a los expertos: derechos más o menos fundamentales en un estatuto o requiebros competenciales en un par de docenas de materias significativas. Salvo de mala fe, nadie puede acusar de «centralismo» a la jurisprudencia constitucional en este terreno. En todo caso, para el Estado democrático, lo importante ahora son los principios. ¿Qué tal si volvemos a leer las primeras líneas? Si no hay soberanía, habrá que adaptarse a la Ley de Leyes, y si el intérprete supremo dice -como es probable- que hay contradicción sólo queda acatar, cumplir y ejecutar. Q. Skinner ha puesto de actualidad los famosos frescos de Siena sobre el «buen gobierno», que muchos conocimos a través -precisamente- de un libro de García-Pelayo. Recuerden para este caso una famosa inscripción: «vencida la justicia, nadie defiende el interés común».
Salud
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