lunes, septiembre 08, 2008

Memoria

Ahora que andamos más que nunca enzarzados con la memoria, dichosa crisis que hace salir a las serpientes de verano para ocultar la negrura del paro acelerado, nos sale un ministro de la republica italiana y nada menos que el de defensa, diciendo en las barbas del Presidente Napolitano, que no sería honrado si no recordase a los soldados fascistas que defendieron su idea de patria frente a las fuerzas aliadas.

 

Curiosa idea esa de patria, que lo justifica todo. Está mal visto robar para comer, pero matar por la patria sigue siendo un mérito para los totalitarios de cualquier ralea.

 

Aquí seguimos dándole vueltas tras el auto del juez Garzón, y si nos fiamos de la literalidad del mismo y de los discursos de políticos como el del presidente del gobierno ayer en la montaña asturiana, pareciera que hasta la bendita fecha de la invención del gran oxímoron de la memoria histórica, estaba prohibido enterrar a los muertos.

 

No ha sido así, desde mucho antes también, pero desde la transición democrática se han publicado en España miles y miles de volúmenes sobre la guerra civil, sus antecedentes y consecuentes, en los que ampliamente se documentan, si no la totalidad de los hechos, cosa siempre imposible, si al menos los significativos. Creo que no hay nadie que se haya preocupado medianamente por la suerte de sus antepasados, que, a estas alturas, no sepa nada de ellos. De ser así, lo cierto es que ningún discurso mitinero le va a poder ayudar.

 

Me estoy enrollando indebidamente. El propósito de este post era resaltar que mientras en Italia el ministro de la defensa enaltece en un acto oficial dedicado a los partisanos, la memoria histórica de los soldados fascistas, en España el presidente del gobierno exalta en un mitin el recuerdo de las consecuencias de la lucha fratricida de hace setenta años.

 

Así estábamos hace setenta años y ahora nos tientan a que lo repitamos en nombre de una imposible memoria histórica. Si la tuviéramos realmente procuraríamos olvidar aquello, tal como ya hicimos al proclamar la amnistía.

 

Pena de país

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