A la hora de la verdad, si los tribunales tuvieran que analizar si existe o no continuidad con la nueva organización que se presentó en el Euskalduna con mirar en Internet los titulares más utilizados de la prensa lo tendrían bastante fácil: "Batasuna presenta los estatutos del nuevo partido". Pero en esta sociedad postmoderna lo obvio no se aprecia, y, apelando a nuestra irresponsable fe de pequeños burgueses, nos piden que creamos que lo presentado no es una refundación sino una ruptura con los partidos del pasado.
Pero allí estaban todos los del pasado, lo que daba testimonio de continuidad, y allí quedaba claro que no se rompía con la violencia de ETA, reafirmándola y bendiciéndola con frase digna de padre de la escolástica: que se la rechazaría en un futuro si la hubiera. El pasado no se toca, se refuerza, aunque haya que acomodar los estatutos por mandato legal. Además, el discurso programático sigue siendo el mismo al carecer de la más mínima autocrítica, como la que el IRA realizara previamente al proceso de paz: que la violencia había sido contraproducente e innecesaria. Otra conclusión hubiéramos obtenido si Rufi Etxeberria hubiera pedido el final de ETA. Pero, sin esta declaración, asumiendo la violencia del pasado está garantizado que la aceptarán en el futuro.
ETA está grogui, para tirar la toalla, pero existen muchos que no desean que lo haga, incluso esperan que gane batallas después de muerta. Empezando por el nacionalismo moderado que desde los acontecimientos de Ermua se equivocó pensando que un fin traumático de ETA repercutiría fatalmente en todo el nacionalismo. Y se le acercó tanto para, por desconfiado, condenarse con el final de la organización terrorista. Por eso necesita ir a salvarla.
Pero sobre todo es Batasuna, que cual raposa en el cepo de la ley de partido sacrifica su actitud numantina y practica la táctica del judo, la que quiere salvar a ETA. Convierte el empujón que le hemos dado, el forzado trámite de sus estatutos, en una cascada de alabanzas que inmediatamente aprovechará. Empezando por las del lehendakari, que no pone énfasis en subrayar la insuficiencia de los estatutos destacando sólo lo positivo, y no ofrece su propio criterio respecto a la legalización, dejando, aún menos que Pilatos, el contencioso exclusivamente a los tribunales.
Lo importante para Batasuna es estar legalizada para el momento de la negociación que nos anuncia Currin, y para ello acondicionará cuantas veces sea necesario sus estatutos. Porque en la negociación será el momento, en una mesa de partidos para la autentica democracia, la autodeterminación y la territorialidad, donde ETA, cual Dios, revolotee sobre las cabezas, y se salve, porque allí se justificará la necesidad de los muertos que causó. Ahí ETA volverá por enésima vez a nacer: Lepoan sartu ta segi aurrera...
Pero allí estaban todos los del pasado, lo que daba testimonio de continuidad, y allí quedaba claro que no se rompía con la violencia de ETA, reafirmándola y bendiciéndola con frase digna de padre de la escolástica: que se la rechazaría en un futuro si la hubiera. El pasado no se toca, se refuerza, aunque haya que acomodar los estatutos por mandato legal. Además, el discurso programático sigue siendo el mismo al carecer de la más mínima autocrítica, como la que el IRA realizara previamente al proceso de paz: que la violencia había sido contraproducente e innecesaria. Otra conclusión hubiéramos obtenido si Rufi Etxeberria hubiera pedido el final de ETA. Pero, sin esta declaración, asumiendo la violencia del pasado está garantizado que la aceptarán en el futuro.
ETA está grogui, para tirar la toalla, pero existen muchos que no desean que lo haga, incluso esperan que gane batallas después de muerta. Empezando por el nacionalismo moderado que desde los acontecimientos de Ermua se equivocó pensando que un fin traumático de ETA repercutiría fatalmente en todo el nacionalismo. Y se le acercó tanto para, por desconfiado, condenarse con el final de la organización terrorista. Por eso necesita ir a salvarla.
Pero sobre todo es Batasuna, que cual raposa en el cepo de la ley de partido sacrifica su actitud numantina y practica la táctica del judo, la que quiere salvar a ETA. Convierte el empujón que le hemos dado, el forzado trámite de sus estatutos, en una cascada de alabanzas que inmediatamente aprovechará. Empezando por las del lehendakari, que no pone énfasis en subrayar la insuficiencia de los estatutos destacando sólo lo positivo, y no ofrece su propio criterio respecto a la legalización, dejando, aún menos que Pilatos, el contencioso exclusivamente a los tribunales.
Lo importante para Batasuna es estar legalizada para el momento de la negociación que nos anuncia Currin, y para ello acondicionará cuantas veces sea necesario sus estatutos. Porque en la negociación será el momento, en una mesa de partidos para la autentica democracia, la autodeterminación y la territorialidad, donde ETA, cual Dios, revolotee sobre las cabezas, y se salve, porque allí se justificará la necesidad de los muertos que causó. Ahí ETA volverá por enésima vez a nacer: Lepoan sartu ta segi aurrera...
2 comentarios:
Lo fían a los tribunales porque no hay que olvidar que la fiscalía es una organización jerárquica, dependiente de una persona que ha sido nombrada por su afinidad ideológica, así que habrá que ver la demanda que presenta, que mucho me temo que será complaciente con los etarras.
Pero ¡qué macarras estos de Google!. Ahora ¿quien me asegura que no hacen lo mismo en todas las páginas? En cuanto tienen unos pocos euros acumulados van y las cierrran.
Siento no haberme enterado antes, D. Rubin. Esta semana no he tenido mucho tiempo para entrar en internet y cuando lo hice me sorprendió no encontar su publicidad.
Procuraré que no se me escape el cursor y pinche sin querer en ningún anuncio, ya que a veces se abren solo con pasar sobre ellos.
Un saludo.
Publicar un comentario