martes, noviembre 22, 2011

Javier Pradera

Ha muerto el pasado día 20 Javier Pradera, una institución del mundo periodístico y editorial desde los años 60 del pasado siglo.

Se ha escrito mucho con ocasión de su fallecimiento; pero a este rincón quiero traer unos párrafos de lo que escribía en El País Patxo Unzueta ayer.

Pocos meses después de dimitir como editorialista volvió a escribir en EL PAÍS, ahora como articulista, y desde 1993 como columnista fijo, y se integró al Consejo Editorial del periódico. En la reunión de ese órgano celebrada el 21 de octubre de 2008, Pradera tuvo una intervención inolvidable para los presentes, unas 20 personas. Eran los días en que, a raíz del auto del juez Garzón sobre el franquismo, y del recurso contra el mismo presentado por el fiscal, estalló una violenta polémica en la prensa española en la que se llegó a comparar la ley de amnistía de 1977 con la de Punto Final de Argentina y se dijo que había habido un pacto de silencio sobre el franquismo y que el sistema político español estaba lastrado por ello de un cierto déficit democrático.
Con tono unamuniano al principio y más calmado luego, Pradera tomó la palabra para decir que otras cosas serán discutibles, pero que la comparación de la ley de Amnistía con lo ocurrido en Argentina era un disparate jurídico e histórico y una ofensa para los antifranquistas que la consideraron en su día, octubre de 1977, un triunfo democrático y una medida necesaria para culminar la reconciliación entre los españoles. Recordó que su padre y su abuelo, carlistas, habían sido asesinados por los milicianos en San Sebastián al comienzo de la guerra, e invocó los discursos de Marcelino Camacho y Xabier Arzalluz en el Congreso al votar la ley (Arzalluz subrayó el sentido reconciliador de una norma votada tanto por personas con muchos años de cárcel y exilio como por otras que habían formado parte de gobiernos causantes de esa cárcel y ese exilio).
Amigo de Pradera desde fines de los setenta, he sido testigo de muchas situaciones que me han hecho sentir una gran admiración hacia él. Pero ninguna me ha producido una emoción tan grande como ese discurso de cinco minutos lleno de dignidad y también de bondad.
Ya quedan pocos hombres de los que transitaron desde un comunismo juvenil que les llevó a un importante compromiso antifranquista, con riesgos para sus personas y que luego han evolucionado en una sociedad democrática, hasta ser simplemente demócratas, sin más ísmos, lo que bien pudiera llamarse “gentes de bien”.

El día de su fallecimiento, el PSOE que propició la necesidad de ese discurso que cita el articulista, se hundía con los peores resultados desde la transición que defendía Pradera y no se adivina un líder capaz de situarlo a la altura moral con la que se fraguó la democracia en este país.

1 comentario:

Carmen Quirós dijo...

La aletoriedad del momento del deceso tiene una variable icónica en la fecha. La evidencia racional de que el momento en que se produjo su muerte y los hechos políticos que la encuadraron no quita nada para asociarla con el rotundo fracaso de su proyecto en boca de las urnas.

Descanse en paz.